“Flow” es hipnóticamente bella. Una cinta única visualmente, original y conmovedora que está destinada a convertirse en un referente de la animación moderna.
Uno pensaría que una cinta de animación protagonizada por un gatito negro sin diálogos no podría llegar a tocarte el corazón con tanta fuerza. Pues estamos totalmente equivocados, “Flow”, es una verdadera joya, tanto en su estructura como en su manufactura, que te envuelve de principio de fin en una inesperada aventura épica de amor, cooperación y empatía, en un mundo que bien podría ser el nuestro y de la cual todos podemos aprender y reflexionar sobre nuestra vida.
La fascinante película animada del director letón Gints Zilbalodis comienza con una toma de un esbelto felino gris con ojos enormes color ámbar que mira fijamente su reflejo en un arroyo claro. Una animación fuera de serie nos muestra un mundo sin humanos donde una variedad de animales que está sufriendo un segundo diluvio de proporciones bíblicas. Y aún cuando los humanos ya no están a la vista, las construcciones que dejaron atrás (casas rústicas, apartamentos que se elevan como montañas y estatuas de enorme tamaño) siguen ahí.
Muchas de esas estatuas son, por alguna razón, de gatos, lo que quizás desconcierta al que encontramos en la primera escena mientras se admira a sí mismo, así como a nosotros los espectadores hasta que el felino llega a la cabaña de un tallador de madera con un estudio muy utilizado, lleno de diseños de estructuras centradas en gatos que dejó el dueño, donde se va a dormir de inmediato.
La tranquilidad se ve interrumpida a la mañana siguiente, primero por una jauría de perros que persigue a un conejo, y luego por el estruendoso ruido de una manada de ciervos que corren a toda velocidad por el bosque, su pánico provocado por una inundación que envía un muro de agua a través del bosque. El gato trepa a la escultura más alta, se da cuenta de que las olas arrastran a los perros que van en un bote y luego logra subirse a un velero que pasa por allí, donde se encuentra con un dócil roedor.
Ese es solo el primero de los animales que se une a lo que se convierte en una especie de tripulación. Un lémur solitario, que recoge objetos brillantes en una canasta, se ve prácticamente obligado a subir a bordo, y un perro labrador retriever dorado, separado de la manada, también se escabulle a cubierta. Finalmente, hay una garza blanca, altiva pero empática, que, después de sufrir una lesión en el ala al proteger a nuestro protagonista del líder más agresivo de su bandada, también salta a bordo. Asumiendo una especie de capitanía, se hace cargo del timón y dirige la embarcación a través de los canales de una ciudad desierta de casas que parecen haber sido talladas en piedra beige, y pasa por un enorme anfiteatro repleto de lémures.
El cineasta Zilbalodis hizo su premiado debut con la cinta de animación “Away”, sigue co-escribiendo, dirigiendo, editando, co-produciendo y co-componiendo la música de Flow, pero, al igual que su historia en esta ocasión recibió ayuda de otros artistas. Los animadores de Bélgica y Francia han hecho milagros con gráficos de computadora que hacen que los fondos de una belleza impresionante parezcan fotorrealistas. Su cámara “virtual” se mueve en picado y gira para seguir a las criaturas que han renderizado para que parezcan dibujadas a mano. Es una combinación maravillosa, como si animales de verdad capturados en vídeo estuvieran retozando en un documental sobre la naturaleza. Y aun cuando la música es de Zilbalodis, el extraordinario diseño de sonido es de Gurwal Coïc-Gallas.
Así que no lo piensen de más y corran a divertirse con la aventura que ofrece “Flow” en su cine más cercano y déjense llevar por su cause empapándose de lecciones de de empatía, trabajo en equipo y asombro ante lo desconocido y quizá espiritual que ofrecen esta inesperada tripulación animal.