“Invierno en París” retrata kaleidoscopicamente el dolor como elemento catártico para lograr amar la vida misma.
El cine siempre es una catarsis para el espectador, pero en esta ocasión también lo es para el director director francés Christope Honoré quien en su más reciente cinta, Invierno en París, utiliza elementos autobiográficos para llevarnos por un doloroso y, a la vez, hermoso viaje rumbo a la vida adulta de un adolescente.
La película arranca en una especie de nerviosa entrevista ante el público o lo que parecería una cita al psicólogo pero en realidad es un diálogo interno del disperso Lucas (Paul Kircher), un joven de 17 años que vive en la ciudad de Chambéry que nos cuenta, con el corazón en la mano, lo que ha vivido en los últimos meses a raíz de la muerte de su padre en un accidente automovilístico.
Ese acontecimiento puso de cabeza su mundo y para tratar de darle sentido nos cuenta pausadamente como lo tomó también su madre Isabelle (Juliette Binoche) y su hermano mayor Quentin (Vincent Lacoste). Lucas está en el último año de la preparatoria antes de entrar a la universidad y en lo que, generalmente, llamamos el último año antes de convertirnos en adultos responsables tomando decisiones que afectaran el resto de nuestra vida.
La muerte de su padre lo arroja súbitamente a un mundo donde tiene que dejar su vida de juegos de básquet, fiestas en el dormitorio y el romance con su vecino Óscar para convertirse en “hombre” y en el pilar de su madre, ya que su hermano mayor tiene su vida ya hecha en la retirada ciudad de París. En sus propias palabras la vida es una bestia salvaje que debe aprender a domar de una vez por cualquier medio y tomar las riendas de su destino sin tener que deberle nada a nadie.
Este es territorio común para las cintas americanas pero si es una cinta europea sabes que verás algo profundo y serio. El dolor que embarga a la familia por la perdida del padre es desgarradora aun cuando tratan de ocultarlo uno de los otros. Y para Lucas es el trampolín para embarcarse en un viaje de mil emociones para encontrar que quiere de la vida propia, ya sea en el ámbito amoroso, sexual o familiar. La fotografía de Rémy Chevron retrata perfectamente este caleidoscopio de sentimientos de Lucas, desde los tonos oscuros y blancos de la depresión hasta las coloridas noches de París bajo la lluvia y el neón.
Todos sabemos que Juliette Binoche es una estrella y todo lo que hace es maravilloso, y esta cinta no es la excepción. Solo que sabe que ella no es la protagonista sino su hijo, así que brilla a lo lejos y permite que la actuación de Kircher se robe la pantalla. Uno de los personajes secundarios pero con mucha importancia también sobresale de entre todos, el roomie de Quentin, Lilio Rosso (Erwan Kepoa Falé). Lilio es el pivote para que Lucas pueda superar su dolor y acepte sin tapujos su sexualidad y la ausencia de su padre. Y todo gracias a la empatía durante la primera noche en París de Lucas, para escapar del dolor familiar en el pueblo.
Así que si están en el mood de ver una bella cinta con un profundo mensaje de autoaceptación con todo los baches que uno puede enfrentar no importa la edad que uno tenga, “Invierno en París” es su mejor opción.