Aún a 20 años de distancia la moraleja de la nueva versión de “Chicas pesadas” se mantiene igual: todos somos únicos y bellos; además de que el límite no existe.
Dentro de un mar de expectación por fin llega a la pantalla grade la adaptación del musical de “Chicas Pesadas” basado en el musical homónimo que a su vez se basa en la película de 2004 que fue un fenómeno cultural en su momento. Yo adoro los musicales y esta adaptación me encantó. Existen historias que con algunos ajustes pequeños funcionan siempre y este es el caso.
Dirigida por Samantha Jayne y Arturo Perez Jr. en sus debuts como directores, la película tiene como telón de fondo la escuela secundaria North Shore. Sigue el viaje de Cady Heron (Angourie Rice, impresionante), educada en casa, mientras hace la transición de la jungla africana, donde fue criada por su madre científica, a una moderna escuela secundaria estadounidense donde el estatus lo es todo.
Los primeros en acercársele son los amigos queer Damien (Jaquel Spivey) y Janice (Auli’i Cravalho), que se ofrecen a guiarla a través de su nuevo entorno, Cady luego es seducida por las “plásticas”, un trío de chicas superficiales y malas encabezadas por por la bella, pero profundamente cruel, Regina George (Reneé Rapp). A medida que se hunde más en su nueva personalidad superficial y estatus, Cady pronto se ve obligada a enfrentar sus propios prejuicios cuando sus nuevas amistades amenazan con descarrilar sus estudios y su relación con sus amigos.
Tal y como dice la primera canción:
“Es una advertencia sobre el miedo, la lujuria y el orgullo… ¿hasta dónde llegarías por ser popular y atractivo?
¿Resistirías la tentación?”. Y justo ahí reside la vigencia de la historia. El bullying escolar es tan vigente como cuando se estrenó la cinta original. Y más que nada, la angustia adolescente de encajar a cualquier costo.
Algunos de los cambios positivos y que se notan de inmediato se produjeron en los chistes y las frases ingeniosas. Ahora no utilizamos el mismo lenguaje que en 2004 y el guión se actualizó para reflejarlo. El lenguaje evoluciona, la comedia cambia y me alegró mucho ver que no mantuvieron diálogos problemáticos solo por nostalgia.
Los números musicales varían en su ejecución pero en su mayoría son bastante efectivos. En particular me gustaron “Someone gets hurt”, “World burn” y “I’d rather be me”. Renee Rapp y Auli’i Cravalho ofrecen actuaciones fabulosas y habilidad vocal en estas canciones y a lo largo de toda la cinta. Agradezco que Tina Fey rinde homenaje a su propio guión original y, al mismo tiempo, incorpora nuevos chistes y diálogos.
Quizá la transformación de Cady en una plástico pudiera haber sido más contundente pero hubiera caído en algo poco creíble. Aún así agradezco que el mensaje de cinta siga siendo el mismo para las nuevas generaciones: sin importar la etiqueta que te guste usar, todos somos únicos y brillamos por ello.