“Baghead: contacto con la muerte” es una bonita historia de terror gótica que no le hace justicia a la premisa que plantea. 

Basado en el cortometraje homónimo  del director Alberto Corredor, “Baghead:contacto con la muerte” nos pone en el centro de la trama a la joven Iris (Freya Allan de “The Witcher”) viajando a Berlín cuando hereda un pub por parte de su padre Owen (Peter Mullan) después de años de no verlo. Al llegar, descubre que ha heredado algo más que el edificio en ruinas. Detrás de una pared rota en el sótano, habita una entidad que cambia de forma y tiene el poder de transformarse en los muertos y la gente va como en atracción de feria para hablar con sus seres queridos una última vez. 

Muy convenientemente llega un extraño (Jeremy Irvine que saltó a la fama en la cinta “War Horse” de Steven Spielberg) al pub con mucho dinero, desesperado por hablar con su difunta esposa, Iris pronto se encuentra en el mismo escenario de pesadilla que su padre. Lo bueno es Iris no está sola. Está acompañada de su amiga incondicional Katie (Ruby Barker de la aclamada serie “Bridgerton”). Después de ese primer encuentro queda claro que el dúo deben deshacerse de lo que sea que habita en el sótano.  

Todo esto en los primeros veinte minutos de la cinta, así que lo que resta realmente se puede considerar como la resolución del conflicto. Justo esto hace que a mi muy particular gusto la cinta no arranque sustos y no te mantenga muy interesado por el resto de la historia. Ya sabes que es el “espíritu”, como opera y que solo resta aniquilarlo. Hubiera mucho más que explotar en la anécdota.

Ni siquiera la actuación física de Anne Muller como la bruja “Baghead” funciona tan bien y ,definitivamente, si te hará sentir un escalofrío, pero solo uno, y ya. Los aspectos de terror planteados son buenos, pero no geniales. Un poco más de trabajo de trabajo de guion para ahondar en los personajes habría sido algo muy favorable. De haberlo hecho esta historia de terror hubiera invitado a la reflexión. No hay suficiente historia aquí para justificar una duración de largometraje. Con la falta de sustos y las frecuentes malas decisiones por parte de nuestros personajes, es posible que muchos se queden con un sabor amargo en la boca.

Los valores de producción son muy buenos sin duda. La dirección de Corredor es eficaz, las actuaciones de todos son más allá que verosímiles, la fotografía de Cale Finot es hermosa al igual que el diseño de producción de Marc Bitz. Aún con tanto talento junto no logran entregar una película de terror memorable. Es más como un capítulo de American Horror Story. 

Así, aunque algunas secuencias funcionan (sobre todo cuando se adentran al mundo de lo gótico), todo se muestra con una superficialidad que no le hace justicia a una premisa que tenía potencial, más allá de los clichés. Vale la pena para una tarde palomera de fin de semana.