“No hables con extraños“ es un fantástico thriller psicológico con tintes de terror donde, una vez más, James McAvoy ofrece una actuación cautivante.
Existen contados actores que son consistentes en la elección perfecta de sus personajes y James McAvoy es uno de ellos. “No hables con extraños” es la adaptación norteamericana de la exitosa cinta danesa “Gæsterne” donde McAvoy, gracias a su fantástica actuación, nos mantendrá inquietos y con ganas de salir huyendo de las garras de su terrorífico personaje.
La trama es básicamente idéntica en ambas cintas, pero en esta versión la pareja protagónica es estadounidense y acaban de mudarse a Londres y, además, están pasando por un momento difícil en su matrimonio. No sabemos exactamente porqué pero se siente en todas las pláticas que observamos. Dejando a un lado sus reservas sobre pasar un fin de semana en la granja de gente que acaban de conocer en un viaje reciente por la provincia italiana, Louise (Mackenzie Davis) y Ben (Scoot McNairy) aceptan una invitación para visitar la campiña inglesa, acompañados de su hija de 11 años, Agnes (Alix West Lefler). Sus anfitriones son Paddy (James McAvoy) y Ciara (Aisling Franciosi), una pareja de espíritu libre y desinhibido que desarma a sus nuevos amigos con su estilo de ser y hablar “sin pelos en la lengua” (podríamos decir). El hijo de Paddy y Ciara, Ant (Dan Hough), no puede hablar por una “condición médica” que le ha provocado tener la lengua demasiado corta.
Desde el comienzo del fin de semana, Paddy y Ciara empiezan a presionar a sus invitados con situaciones con las que no se sienten cómodos pero Louise y Ben acceden para no ser descorteses con sus anfitriones. Las situaciones varían desde forzar a Louise, que abiertamente les dijo ser vegetariana, para comerse el ganso que han cocinado, enmarañar a Ben para que pague una costosa cena, regañar y corregir a Agnes delante de ellos. Las microagresiones crecen a tal grado que el filme se convierte en un fantástico thriller psicológico con tintes de terror, dejando atrás la crítica social que aparentaba ser en un principio. El guión está tan bien escrito que, como aún como público, estamos dudando si la amabilidad y sinceridad de Patty y Ciara es incomoda por ser directa o por si hay unas motivaciones alternas para provocar tanta tensión en sus invitados.
Ni los niños se salvan de las situaciones incómodas. Ben rechaza a Agnes por su apego a un animal de peluche y todos rechazan a Ant porque no puede hablar, pero los niños son los primeros en notar las señales de advertencia. Y a fin de cuentas su visión infantil es la que nos sacará de dudas de toda la situación que experimentamos los personajes y la audiencia.
Además de la dirección y adaptación de James Watkins, debo celebrar la excelente dirección de fotografía por parte de Tim Maurice-Jones. Los escenarios de la campiña Italiana como inglesa lucen espectaculares, nadie podría pensar que en estos lugares de ensueño se vive una pesadilla inimaginable. Todos ellos nos dan su versión retorcida de la típica comedia de costumbres británicas en la que el viaje familiar se sale terriblemente de control, pasando de una incómoda situación social que desafía sus nociones de cortesía a una pesadilla impactante en la que deben abandonar toda civilidad y luchar por su supervivencia.
Sin duda todas las actuaciones son de primer nivel, incluyendo a los dos niños, pero James McAvoy sobresale al interpretar a un macho Alfa que hace y dice lo que le place, narcisista, manipulador y, que en el fondo, esconde a un ser siniestro y maquiavélico. Su sonrisa pasa de ser “encantadora” a la de un psicópata en segundos.
La trama danesa logra vencer la adaptación americana, manteniéndose brillante y compleja como para crear una tensión profunda y simpatías cambiantes a medida que la historia va mostrando más y más capas de lo que es socialmente aceptable y la lucha de clases haciendo de “No hables con extraños” una increíblemente verosímil historia cotidiana que podemos experimentar cualquiera de nosotros.