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Con “Babygirl: deseo prohibido”, Nicole Kidman nos adentra a un mundo rebelde y radical alrededor de deseos sexuales reprimidos con un personaje que deja libre sus más oscuros anhelos. 

En las tramas de las películas contemporáneas, y en la vida real incluso, las arraigadas expectativas de género respecto de la autonomía de las mujeres sobre su propia identidad sexual siguen dominando cada aspecto del panorama cultural global. Con el estreno de “Babygirl: deseo prohibido” de la actriz holandesa convertida en directora Halina Reijn se rompen los tabúes y gracias a la fantástica interpretación de Nicole Kidman estamos frente a una mujer que no teme hacer lo que desea y fantasea. 

La cinta se sitúa en Nueva York durante la época navideña donde Romy (Kidman) es una poderosa directora ejecutiva de la empresa “Tensile”, una compañía especializada en automatización y robótica. En la superficie todo está aparentemente fluyendo normalmente. Está felizmente casada con Jacob (Antonio Banderas), un destacado director de teatro, y educan libremente a dos hijas adolescentes. Unos días antes de Navidad, mientras camina hacia la oficina, es por ser atacada por un perro desbocado que corre desenfrenado por la banqueta. Samuel (Harris Dickinson) silba, logrando el control del animal salvándola. Momentos después, Romy reconoce a Samuel como un nuevo pasante en su oficina. Es bastante impertinente por sus preguntas, pero ha despertado el interés de Romy. Para su sorpresa, los pasantes pueden elegir mentores para guiar su entrada a la empresa, y sin saber exactamente cómo, Samuel la elige a ella. 

Ese es solo el inicio de una relación entre ambos sustentada en una atracción apenas disimulada cuando Samuel reconoce que Romy se excita sexualmente con el juego de roles de sumisión. Pero mientras Romy duds en explorar este terreno sexual inexplorado con él, también se verá  obligada a enfrentar las consecuencias de sus acciones ante su familia y empleados lo quiera o no. 

Es muy clara la intención de porque hacer una cinta tanta sexualmente explícita. Hace algunos años cualquier cinta sobre deseos sexuales era mal vista, ahora con una generación de público cinematográfico con mente más abierta, es posible tener una protagonista exitosa que al mismo tiempo tenga un apetito sexual voraz y que pueda hacer lo que le plazca. Aunque quizá parecería que el tema al ser descubierto cae en lugares comunes el tercer acto de la cinta trae consigo un giro de tuerca inesperado que le da toda una nueva lectura a la cinta, y que quizá, nos hará volver a verla con esta nueva perspectiva. 

El guion, escrito también por Reijn, al parecer deja al personaje de Kidman atrapada entre el fuego cruzado de las ideas anticuadas y condicionadas sobre el deseo sexual “normal” y las expectativas políticamente correctas impuestas por una generación más joven de mujeres. Cuando el personaje de Romy cede a la tentación provoca caos pero también un cambio para bien. Ella provoca con su relación con Samuel un caos en la dinámica sexual, que para algunos podría ser tabú, pero que tanto él como Romy disfrutan. Tanto los personajes como el público logramos ver que todos tenemos una dualidad al momento de relacionarnos sexualmente, basándonos en la compartimentación socializada de estos deseos. Y es ahí donde radica lo perfecto del guión de Reijn que demuestra un talento especial para alinear y criticar las actitudes intergeneracionales.

La música también juega un rol importante en adentrarnos en el mundo de Romy y Samuel. La canción elegida para enmarcar la liberación de la tensión sexual entre los personajes es “Father Figure” de George Michael, mientras que “Dancing on My Own” de Robyn y “Never Tear Us Apart” de INXS arropan la ruptura generacional entre ellos aunadas a una banda sonora fabulosamente ecléctica compuesta por Cristóbal Tapia de Veer.

Está interesante visión de “Babygirl” donde una mujer tiene el control de todos los aspectos de su vida es perfecta para crear un suspenso laboral y familiar amenazado por el deseo sexual llevado a cabo. Y si a esto le sumamos la disposición de Kidman para hacer las escenas tan audaces que Romy sueña demuestra una vez más la valiente y audaz actriz que es. 

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